Desde hace menos de un año hemos sido testigos de una amplia proliferación de soluciones y conversaciones de Inteligencia Artificial en Educación. Y dentro de las noticias han destacado malos augurios, de ni más ni menos que de expertos e investigadores del área, e incluso algunos de quienes han trabajado en algunas de las más conocidas aplicaciones vigentes.
Hace solo pocas semanas El Español titulaba “’Apagad la IA o moriremos todos’, avisa [Yudkowsky] uno de los mayores expertos en la materia”. IProfesional señalaba en su sitio web “Inteligencia artificial: ‘Estamos un poco asustados’, advirtió el creador del ChatGPT”. La Vanguardia, por su lado, publicó el titular “Elon Musk advierte que la inteligencia artificial puede ser un peligro para la existencia humana”.
Pero en la historia de la educación ya habíamos tenido algunos malos augurios relativamente recientes. No tan trágicos, es verdad, como decir que estábamos en peligro como humanidad.
Hacia comienzos de la década de 1970 hicieron irrupción las calculadoras electrónicas de bolsillo. Algunos educadores las vieron como una amenaza de que con ellas los estudiantes dejarían de aprender las operaciones básicas. Dos décadas y media más tarde, en la segunda mitad de la década de 1990, la web tuvo su primera gran expansión masiva al aumentar las conexiones desde casa y desarrollarse navegadores más amistosos para los primeros usuarios.
Por entonces los buscadores -Lycos, Infoseek, Yahoo! y WebCrawler, entre otros- abrieron un mundo de contenidos, a la vez que fueron vistos como una gran amenaza por otros educadores, quienes esta vez señalaban cuestionamientos tales como que ya no habría investigación por parte de los estudiantes.
Si bien es cierto que las tecnologías mal usadas o usadas desvirtuadas de sus potenciales positivos pueden amenazar ciertos principios o prácticas consideradas correctas, también es cierto que bien usadas debieran ser vistas como potenciadoras del desarrollo humano, del acceso al conocimiento, de la creación de nuevo conocimiento y de la mejora de la educación y de los aprendizajes que esta procura.
No son inocuas, sin duda, y por eso algunos sentimientos de amenaza, pues obligan a cambiar metodologías tal de hacerles un buen uso y, efectivamente, potenciar el quehacer educativo.
Un cambio metodológico suele ser el desafío. Si tras los buscadores el “copiar y pegar” estaba más cerca que nunca antes (ya se hacía desde un libro conseguido en casa o en la biblioteca pero ahora no había siquiera que escribir), la respuesta no era ni es prohibir ni desaconsejar su uso, sino que establecer actividades que por diseño saquen provecho de los recursos disponibles de Internet y la búsqueda de información, alfabetizar digitalmente y formar en la búsqueda, selección y uso de diversas fuentes de información.
Es probable que la fuerte irrupción de la Inteligencia Artificial tenga hoy mayor incertidumbre que la que tuvieron las masificaciones de las calculadoras y de los buscadores.
Marcelo Sáenz
Director nacional de Desarrollo Académico."En AIEP estamos abordando el uso de la Inteligencia Artificial en educación, teniendo debida cuenta que las tecnologías son facilitadoras para un mejor despliegue de metodologías que favorezcan el aprendizaje de los estudiantes y su satisfacción en ese proceso".
Los temores de reales expertos en Inteligencia Artificial son fundados y de cuidado, sin duda. Incluso, he conocido de algunas acusaciones de que algunas herramientas tienen poca ética en su origen, construcción y poblamiento.
Sin embargo, estamos invitados a pensar positivamente en cómo aprovechar la Inteligencia Artificial en educación ahora. Y por supuesto, con una mirada ética tal como debemos actuar con todo lo que hacemos en pro de las experiencias de aprendizaje. A la par, tengamos los debidos debates éticos y científicos y sus consecuentes discusiones normativas.
En AIEP estamos abordando el uso de la Inteligencia Artificial en educación, teniendo debida cuenta que las tecnologías son facilitadoras para un mejor despliegue de metodologías que favorezcan el aprendizaje de los estudiantes y su satisfacción en ese proceso.
Similarmente, las experiencias de aprendizaje de educación superior las concebimos esencialmente humanizadas, en red de relaciones con docentes y entre estudiantes. Estamos convencidos que el rol docente es esencial y podemos –y debemos- potenciarlo con el uso de tecnologías, tanto aquellas que reproducen los ambientes laborales de las carreras como aquellas que propician el aprendizaje, las tecnologías educativas.
Asumiendo desafíos propios de la producción instruccional y de la dictación online asincrónica, desde hace algunos meses los equipos de diseño, desarrollo y producción de la Dirección Nacional de Desarrollo Académico hemos desarrollado dos prototipos: el Asistente Instruccional IA de AIEP -actualmente en trabajo productivo de prueba- y el Asistente Docente IA de AIEP, respectivamente.
El Asistente Instruccional IA de AIEP facilita el «adiestramiento» del API-GPT usando un modelo de datos con detalles de una asignatura, tales como unidades, aprendizajes, criterios de evaluación, contenidos y bibliografía, enriqueciendo la producción instruccional desde creación de base a curación y creación de mayor valor agregado, disminuyendo tiempos de producción instruccional y multiplicando la variabilidad y cantidad de actividades y evaluaciones equivalentes.
El Asistente Docente IA de AIEP, en tanto, ayuda a los estudiantes con los contenidos de la asignatura, incorporando espacios de búsqueda de ayuda con unidades, aprendizajes, criterios de evaluación, contenidos y bibliografía, en el estricto contexto de la asignatura.
La información es obtenida de API-GPT y es desplegada al estudiante en un menú de navegación vía herramienta LTI sobre el LMS institucional. Con este asistente buscamos complementar los tiempos de atención de los docentes con atención 24/7 a modo de un ayudante, mejorando la presencia docente mediante los beneficios de disponibilidad y oportunidad.